viernes, 9 de noviembre de 2012

Pompeya, la dolce vita


El año 79 d.C. la ciudad de Pompeya fue sepultada para siempre por las cenizas procedentes de la erupción del Vesubio. La parada en seco de la vida de esta ciudad romana nos ha dejado muchas pista sobre como vivían sus habitantes, y lo cierto es que no vivían nada mal.






Las casas de los comerciantes de la ciudad se adornaban con lujosos mosaicos que anunciaban los productos que vendían, como el garum, una popular salsa a base de tripas de pescado, o los vinos producidos por los viñedos que rodeaban la ciudad.

Gran número de nobles y ricos ciudadanos de Roma tenían en Pompeya una segunda residencia., como Cicerón o Popea (esposa de Nerón), donde escapaban del caluroso verano romano.

Un buen hotel, con jardines para cenar al aire libre, cercano a las termas, se ubicaba cerca de la principal avenida de la ciudad. 

Las aceras estaban elevadas mas de medio metro en relación a la calzada y había pasos formados por grandes bloques de piedra para que los peatones cruzasen evitando la suciedad alojada al fondo (sobretodo heces de los asnos y caballos)






En el anfiteatro se exhibían espectáculos con gladiadores, algunos de los cuales despertaban tantas pasiones como algunas de las actuales estrellas del futbol.




Aunque el padre de familia era quien ostentaba el poder en la casa, las mujeres pompeyanas tenían mucha libertad de movimientos y podían decidir por sí mismas en ciertos asuntos domésticos. Salían de compras, podían cenar con los hombres, disponían de fortuna y aportaban dinero para obras de beneficencia. A pesar de esta relativa libertad femenina, el poder, el estatus se expresaba a través del miembro viril. La ciudad exhibía una sorprendente variedad de falos de todos los tamaños. Se podían ver en las  puertas de las casas, tallados en la calzada y en las entradas de muchos negocios. El falo era el símbolo de Pompeya.


En la Vía de la Abundancia se encontraban un buen numero de tabernas donde los ciudadanos degustaban un buen guiso o iban a calentar la comida. 






En Pompeya había un famosísimo burdel que tenía cinco habitaciones, cada una de ellas provista de una cama empotrada y una serie de pinturas de contenido erótico explícito. Sus paredes mostraban multitud de grafitis jactanciosos.
Los ricos nobles evitaban el burdel y las tabernas, pues no era de buen gusto. En compensación,  se citaban con los amigos en sus respectivas casas para disfrutar de banquetes  regados con vinos locales. Esa fascinación por los caldos de la tierra era comprensible en un pueblo que utilizaba al dios Baco como pretexto para formar cofradías especializadas en "borracheras" multitudinarias que podían terminar en una orgía en la que participaban los esclavos más jóvenes del dueño de la mansión.
Toda esta filosofía de vida quedó bruscamente interrumpida en la mañana de 24 de  agosto del año 79, cuando el Vesubio decidió enterrar aquella bulliciosa villa.









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